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"La Francia Judía", editado en 1888 por el
escritor y periodista francés Eduard Drumont, fue uno de los libros más
polémicos de Francia. Aunque muchos de sus relatos se circunscriben a episodios
del siglo XIX,s retrata el pensamiento católico de derecha francés y los
poderes ocultos tras bastidores en la política de Francia.
Drumont recarga las tintas sobre la culpabilidad del capital
y de la influencia de los judíos en los problemas nacionales franceses de
aquella época, sobre todo del imperio de la familia Rothschild, dueño de una
parte importante de la riqueza francesa, riqueza que "no los tenía cuando
se presentó entre nosotros. Ella no hizo invento alguno, no descubrió minas, no
ha trabajado tierras; luego ha sacado de los franceses estos tres mil millones
sin darles nada a cambio". "Esto es lo que caracteriza la conquista:
todo un pueblo trabajando para otro, que se apropia por un vasto sistema de
explotación rentísticas el beneficio del trabajo ajeno."
De la misma forma advierte a los agricultores que el
explotador usurero: "juega en la Bolsa con el fruto de vuestros trabajos,
y llega finalmente a monopolizar vuestros trigos disponibles; hace el alta o
baja del precio según su interés, y como su interés de momento consiste en la
baja, os precipita el curso del trigo cuatro francos por quintal, precisamente en
el momento en que vosotros tendríais necesidad de vender y de pagar."
Denuncia, en suma, como este poder financiero extranjero
corrompe los valores morales poniendo en primer lugar la búsqueda de dinero,
"el dinero al cual el mundo cristiano no daba más que una importancia
secundaria y no señalaba sino un papel subalterno, ha venido a ser
todopoderoso. El poder capitalista, un contrato en unas cuantas manos, gobierna
a su voluntad toda la vida económica de los pueblos, tiene las riendas del
trabajo y se engorda con ganancias inicuas adquiridas sin trabajo".
"La antigua Francia se ha disuelto y descompuesto, como a este pueblo,
desinteresado, feliz, amante, se ha sustituido por un pueblo vengativo,
afamando de oro y muy pronto muriéndose de hambre."
Su libro no pudo sino causar revuela y ganarse todo tipo de
ataques, pero Drumont responde reedición tras reedición intentado hacer notar
que lo que ha dicho se ha cumplido puntualmente y nadie intenta siquiera
refutarlo pues lo único que hacen es llevar el debate fuera de su verdadero
terreno. "Habiendo demostrado con qué medios odiosos y viles, con qué
cínicos golpes de Bolsa, con qué escandaloso agiotaje se había labrado esas
fabulosas fortunas que serían bastantes para hacer vivir a cien mil familias"
el debate es llevado a otros planos y se intenta prohibir su libro mientras
cualquiera puede acceder a novelas o relatos con todo tipo de perversiones y
ataques a las costumbres nacionales. A ello Drumont se pregunta “¿Por qué,
pues, si los Hachette tienen derecho de escoger, dan la preferencia al libro
que corrompe y prohíben el que discute? ¿Por qué admiten basura y proscriben la
idea?".
La irracional prohibición de libros siempre será
un sinsentido y un fortalecimiento de los proscriptos, y por eso, aunque el libro
de Drumont no guste, no sea de valor o se encuentre desfasado, siempre serán
bienvenidas las reediciones de libros prohibidos como este, al menos para poder
indagar también la otra parte de la historia o visiones alternativas.
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