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envíos a todo el mundo.
Es innegable que en el período hispánico, en la mal llamada
época colonial, se han desarrollado los elementos fundamentales de nuestra
personalidad histórica. Pues bien, desde el inicio de la conquista y población
numerosos judíos conversos se establecieron en el actual territorio argentino
(como sucedió en el resto de la América Española), y al refundarse Buenos Aires
en 1580 ésta transformóse en el principal asentamiento marrano de la región y
uno de los más importantes de las Indias, constituyendo, asimismo, la puerta de
ingreso para los que se establecieron en el interior. Resulta evidente, por
tanto, la singular gravitación de los cristianos nuevos en nuestra evolución
histórica.
Además de desconocer el criptojudaísmo, aspecto fundamental
de la cuestión judía- sin la cual es imposible dedicarse con seriedad a los
estudios históricos-, los revisionistas, cuyos méritos son innegables, debido a
que no han estudiado en profundidad la época hispánica, se limitaron en general
a reinterpretar los textos de la historia oficial según los cánones de la
leyenda rosa, no advirtiendo que ésta es la otra cara de la falsificación del
pasado. Unos pocos de los representantes de la versión oficial, en cambio,
indagaron lo relacionado con la inmigración criptojudía portuguesa -ignorando
arbitrariamente la procedente de España-, pero lo hicieron de modo superficial,
sin extraer, por cierto, las conclusiones obligadas que les impedía su
projudaísmo.
Esta notable obra de Rivanera Carlés, meticulosamente
documentada, revela no sólo la historia desconocida de la capital de
Argentina, sino también los orígenes reales de ésta. Junto con Los conversos.
¿Víctimas o victimarios de España? (1994) y Los conversos en las Indias. La
historia detrás de la Leyenda Negra (2012), forma una trilogía que entraña una
auténtica revolución historiográfica.
Buenos Aires, ciudad conversa será, a no dudarlo, un texto
de lectura obligada para los argentinos, pero también para todos los que se preocupan
por la historia real de España e Hispanoamérica y el destino de la Hispanidad.
ÍNDICE
Dedicatoria
11
Prolegómeno
13
Nuevo exordio 17
Siglas 19
INTRODUCCIÓN
Naturaleza e importancia del marranismo en España e
In¬dias 21
I PARTE
EL INGRESO CLANDESTINO DE LOS CRIPTOJUDÍOS EN BUENOS AIRES
Los conversos en la expedición de Pedro de Mendoza y en
Asunción 47
La entrada ilegal de los conversos en Buenos Aires.. 73
II PARTE
BUENOS AIRES, CIUDAD CONVERSA
Los marranos, núcleo dominante de la sociedad porteña 103
Frustradas propuestas para establecer la Inquisición en las
Provincias del Plata 127
III PARTE
LOS CONVERSOS, EL CONTRABANDO Y EL TRÁFICO DE ESCLAVOS EN
BUENOS AIRES
El primer contrabandista: el obispo marrano Vitoria. .165
Los conversos en los inicios del tráfico furtivo. Las
perones 229
La dominación de los contrabandistas marranos... 271
IV PARTE
LA JUDAIZACIÓN DE BUENOS AIRES. SU CONJURA CONTRA ESPAÑA Y
LA FE
La judaización del espíritu porteño 375
Buenos Aires, cuna de la Masonería. Su papel en la
conspiración secesionista y anticatólica 393
Corolario 405
La sangre maculada de Pedro de Mendoza 433
Documentos del proceso Osorio instruido en el Con¬sejo de
Indias 449
Noticias sobre los jesuítas que llevó Vitoria a Tucumán 457
La descendencia de Diego de Vega 461
Los judíos y el trabajo 465
Algunos datos sobre el marranismo en las provin¬cias 471
El Hermano Pecador, influyente converso 511
Bibliografía 527
ANEJOS
El Libro Verde de Aragón 413
El Tizón de la Nobleza de España o máculas y sambe¬nitos de
sus linajes 415
Textos de los estatutos de limpieza de sangre toledanos
Sentencia-Estatuto de Toledo dictada el 5-VI-1449 por Pedro
Sarmiento 417
Estatuto del Cabildo Catedral de la iglesia de Toledo.
Promulgado por el cardenal Juan Martínez Silíceo el 23-Vlll- 1547 427
PROLEGÓMENO
Es innegable que en el período hispánico, en la mal llamada
época colonial, se han desarrollado los elementos fundamentales de nuestra
personalidad histórica. Pues bien, desde el inicio de la conquista y población
numerosos judíos conversos se establecieron en el actual territorio argentino
(como sucedió en el resto de la América Española), y al refundarse Buenos Aires
en 1580 ésta convirtióse en el principal asentamiento marrano de la región y
uno de los más importantes de las Indias, constituyendo, asimismo, la puerta de
ingreso para los que se establecieron en el interior. Resulta evidente, por
tanto, la singular gravitación de los cristianos nuevos en nuestra evolución
histórica.
Además de desconocer el criptojudaísmo, aspecto fundamental
de la cuestión judía -sin la cual es imposible dedicarse con seriedad a los
estudios históricos-, los revisionistas , cuyos méritos son innegables, no han
estudiado en profundidad la época hispánica, limitándose en general a
reinterpretar los textos de los académicos de la historia oficial. Ello se hace
patente en Rosa, Sierra y Palacio, cuyos libros contienen no pocos errores,
algunos de ellos inadmisibles, acerca de ese tiempo esencial de nuestro pasado.
Es cierto que el primero abordó el marranismo y extrajo algunas reflexiones
acertadas, más su análisis es pobre, omitiendo las consecuencias principales.
Por otro lado, se le escapa la naturaleza de la cuestión, afirmando, p. ej.,
que “no hay pruebas, en realidad, de una falsa conversión de los cristianos
nuevos llegados a Buenos Aires que hacían en todo momento gala de una ferviente
devoción”2. También sostiene, a propósito del contrabando, que el gobernador
Marín Negrón “como ocurre siempre, echó la culpa exclusivamente a los
cristianos nuevos”3, cuando el citado que fue cómplice de los contrabandistas,
se limitó a describir la realidad. Sierra, por su parte, expresa con relación a
los marranos que “no cabe considerarlos a todos judíos o judaizantes, pues
aunque lo fueran de raza, pertenecían a hogares convertidos”4. Al comentar la
nota que el 3-11-1707 el Cabildo porteño elevó a la Audiencia de Charcas,
apelando el rechazo de los nombramientos de portugueses en dicho cuerpo, ni
siquiera advierte que se trata de judíos conversos y observa que eso
“demuestra que nunca la xenofobia guió la legislación sobre extranjería”5,
cuando lo que queda en claro es la dominación marrana en el Cabildo porteño y
que justamente la negativa se debió no, por supuesto, a una xenofobia
inexistente, sino a que se trataba de extranjeros inasimilables enemigos de la
Fe y de España, pues tales portugueses, ingresados sin licencia de S. M., eran
marranos, los cuales siempre judaízan, observen o no los preceptos de la ley
judía .
Unos pocos historiadores liberales, en cambio, indagaron lo
relacionado con la inmigración criptojudía portuguesa -ignorando
arbitrariamente la procedente de España-, pero lo hicieron en forma
superficial, sin extraer, por cierto, las conclusiones obligadas que les
impedía su projudaísmo.
En la presente investigación, que me llevó largo tiempo,
recurrí únicamente a fuentes judías y projudías, además de la documentación
oficial de la Corona española, de los gobiernos de las provincias del Río de la
Plata, Paraguay y del Tucumán, así como de las Audiencias de Charcas y de Lima,
etc. Ha sido fundamental el estudio de la invalorable Colección Gaspar García
Viñas de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, que contiene copias de
documentos del Archivo General de Indias, parte de los cuales ven la luz por
primera vez en esta obra, así como otros de los que sólo se conocían breves
párrafos o referencias6.
Aprehender el fenómeno marrano y estudiar la supremacía
conversa en la ciudad que lleva indebidamente el nombre de Buenos Aires7, y su
singular predominio en el Río de la Plata, indagando también su presencia en el
interior, permitirá conocer el pasado real de Argentina. Nada justifica
ocultar los hechos históricos, por más dolorosos o dramáticos que sean. La
mistificación histórica no entraña sólo una abominable mentira: su mayor
pecado es que despoja al pueblo argentino del conocimiento imprescindible para
superar su casi bicentenaria postración.
La presente obra está dirigida no sólo a los argentinos,
sino también a todos los que se preocupan por la historia real de España e
Hispanoamérica y el destino de la Hispanidad.
Ciudad de la Trinidad (Buenos Aires), 17 de marzo de 1988.
NOTAS:
1. Me refiero, claro es, a quienes revisaron la historia
argentina y no a los que, con el mismo nombre, hacen lo propio con la historia
mundial contemporánea.
2. José María Rosa, Historia argentina, l I, p. 213, ed.
Oriente, 2a. edic., Buenos Aires, 1967.
3. Ib.
4. Vicente Sierra, Historia de la Argentina, t. II, p. 148,
ed. Científica Argentina, 3°. edic., Buenos Aires, 1972.
5. Ib., t. III, pp. 37-38, edic. cit., 3a. edic., Buenos
Aires, 1973.
6. Vaya mí especial agradecimiento al solícito personal de
la antigua Sala de Reservados, hoy Sala del Tesoro, de la Biblioteca Nacional,
donde se encuentra la Colección de marras.
7. Erróneamente suele llamarse a esta ciudad Santa María del
Buen Aire, nombre de la primera fundación. Juan de Garay la bautizó “Ciudad de
la Trinidad, puerto de Santa María de Buenos Aires", que por su extensión
en los documentos oficíales, a partir del gobierno de Felipe II, abrevióse en
“Ciudad de la Trinidad, puerto de Buenos Aíres”. El nombre nunca se modificó,
pero fue deliberadamente abandonado. Los motivos de tal mudanza los hallará el
lector en este trabajo.
NUEVO EXORDIO
A causa de la sanción de la inicua e inconstitucional Ley
Antidiscriminatoria, que consagra el delito de opinión y obliga a los
argentinos a ser projudíos o ira la cárcel, en agosto de 1988 debí retirar este
trabajo de la imprenta. El hecho tuvo un aspecto positivo, ya que proseguí mi
investigación y obtuve nuevos datos que enriquecieron significativamente el
texto. Por diversas circunstancias, no ha salido a la luz hasta el presente.
En 1990,1991 y 1993 el hebreo Mario Saban publicó -con apoyo
de la colectividad judía- los tres volúmenes de Judíos conversos. No se trata,
en rigor, de un estudio histórico puesto que no explica el fenómeno marrano,
sin lo cual no es posible abordar el tema ni la incidencia del converso en el
desarrollo histórico argentino, limitándose en realidad a reproducir y comentar
diversos documentos. El nombrado incurre en notorias falsedades, v. g.,
presenta como furibundo antijudío al gobernador Marín Negrón y al comisario
inquisitorial porteño Trejo, quienes, por el contrario, más allá de las
posturas retóricas observadas en los informes a sus superiores, eran miembros
de los Confederados, la célebre banda de contrabandistas judeoconversos, y en
el caso del primero es portador de dos apellidos empleados por marranos, y
especialmente por el segundo es harto sospechoso de “sangre infecta”. Asimismo,
oculta deliberadamente el monopolio de sus conraciales cristianos nuevos en
el contrabando, el tráfico de esclavos, la usura, etc. No obstante, el valor
del libro de Saban es que ratifica lo que sostengo, no como hipótesis sino como
realidad histórica incontrovertible: el papel fundamental de los marranos en
la conformación de la sociedad argentina, lo cual, a diferencia de lo que él
sostiene, es la razón de nuestro infortunio histórico.
Hasta la aparición de mis trabajos (8), el problema
criptojudío sólo era abordado por autores judíos y filojudíos, quienes -huelga
señalarlo- distorsionan su carácter. Otro tanto ha ocurrido con la actuación
histórica de los conversos en la península y en Hispanoamérica. El genuino
conocimiento de ambas cuestiones puede brindarlo únicamente un estudio crítico
objetivo como los que he realizado (9), a los cuales remito al lector para
entender cabalmente lo que expongo aquí.
Ciudad de la Trinidad, 28 de marzo de 2012.
NOTAS:
8. La valiosa obra de Maurice Pinay, Complot contra la
Iglesia (1a. edic., Roma, 1962) está orientada fundamentalmente a la
infiltración criptojudía dentro de la Iglesia Católica.
9. Los conversos. ¿Víctimas o victimarios de España?, ed.
Centro de Estudios Históricos Cardenal Juan Martínez Silíceo, Buenos Aires,
1994; Nuestra identidad hispánica y la conjura independentista marrana, ed.
Instituto de Historia S. S. Paulo IV, Buenos Aires, 2008; Los conversos en las
Indias. La historia detrás de la Leyenda Negra, ed. Centro de Estudios
Históricos Cardenal Juan Martínez Silíceo, Buenos Aires, 2012.
Introducción
NATURALEZA E IMPORTANCIA DEL MARRANISMO EN ESPAÑA E INDIAS
No se comprendería adecuadamente la conducta observada por
los conversos en las Indias, si ignoramos el significado y alcance del
marranismo, esto es, del criptojudaísmo.
Es un hecho conocido, pero generalmente olvidado por los
no-judíos, que el marranismo, en su sentido más amplio, es inherente al
judaísmo. Esto es señalado reiteradamente en la literatura judía, v. g.,
Spivak observa que “el marranismo es tan viejo como el judaísmo” , y Cecil Roth
escribe que “el criptojudaísmo, en sus diversas formas, es tan antiguo como los
mismos judíos” . En efecto, antes del cristianismo también hubo muchos judíos
que adoptaban exteriormente las distintas religiones y con posterioridad, hasta
el día de hoy, existen judíos que abrazan, aparte del catolicismo, otros credos
y sectas. En sentido estricto, empero, se denomina marrano, como se sabe, al
judío convertido al cristianismo que continúa profesando secretamente la ley
judía y cumpliendo con sus ritos y preceptos. Con posterioridad, sin embargo,
el vocablo se aplicó a todo judío converso. A través del marranismo los hebreos
se introducen en la sociedad gentil y con su dinero y malas artes logran
posiciones dominantes, atentando permanentemente contra ella, tal demuestra la
historia de antaño y hogaño4.
Pese a la filiación hispánica de la voz, el fenómeno que así
se denomina no comenzó en la península ibérica y se registra desde la aparición
del cristianismo, como lo demuestran las primeras sectas judaizantes, v. g.,
los ebionitas, compuestas por judíos convertidos5. En tal sentido, es
emblemática la figura de Simón el Mago considerado el primer hereje, hecho bien
conocido en las fuentes patrísticas6. El principal desarrollo del
criptojudaísmo tuvo lugar en España a partir del siglo XIV y también en
Portugal a fines del XV, especialmente con la expulsión de los judíos profesos
de aquélla en 1492, medida que tomaron los Reyes Católicos creyendo que
evitaría que los cristianos nuevos siguieran judaizando. Esto no ocurrió, desde
luego. Los judíos que se bautizaron lo hicieron para evitar el destierro y
ocupar posiciones relevantes en la sociedad, tanto en la Iglesia como en el
Estado, en las Órdenes militares, etc., pero no sólo continuaron practicando
los ritos hebreos, sino que cometieron toda clase de sacrilegios y afrentas
contra Cristo y la Fe cristiana. La moderna Inquisición española, con
aprobación de la Sede Apostólica, fue creada precisamente para reprimir a los
judaizantes.
El marranismo es una consecuencia del desconocimiento de la
cuestión judía por parte de los no-judíos, a quienes los judíos engañaron -y
engañan- bautizándose. Porque el judaismo no es una religión sino una raza7, la
que posee una ley, cuya meta es el gobierno mundial, y un culto que la
expresa8. Kastein observa que “en la lengua hebrea no hay ni siquiera una
palabra para designar lo que en Europa se llama religión. Más tarde, con el
desenvolvimiento de la formación filosófica y bajo la influencia de la
discusión con el medio ambiente, se han creado algunos conceptos auxiliares.
Eso es todo. Pero esa falta de palabra no es casuar9. El aludido destaca
que“es la judía una religión de la vida en este mundo. Es de este10 mundo”11.
Pero si carece de fines ultraterrenos no es una religión. En
efecto, Jaime Barylko señala la inexistencia de la religión judía: “El término
<conversión> está tomado del idioma de otros pueblos. En hebreo no existe
ese vocablo. Uno no se convierte a la religión judía. Tal cosa no es posible,
porque la religión judía, como cosa en sí, no existe; su presencia se da
dentro del pueblo, su historia, la vida comunitaria, los anhelos mesiánicos
hacia el futuro, el destino nacional, y la identificación con todos sus
valores. La religión judía es parte de la vida judía y ésta tiene como
portador, insistimos, al pueblo, su pasado, su porvenir. De modo que, por lo
explicado, no hay manera de convertirse a la religión judía, pero sí es posible
y factible ingresar y ser parte del pueblo judío”12.
Los judíos siguen siendo judíos aunque se bauticen -del mismo
modo que un negro bautizado no se convierte en blanco-, por lo tanto, el
marranismo es sólo la transformación del judaismo público en judaísmo secreto,
lo que le otorga mayor peligrosidad al tornarse más dificultosa su
detección13. Observe o no las ceremonias y mandamientos hebreos, en rigor todo
judío judaíza porque no puede dejar de actuar como judío14. La aplicación del
término marrano a todos los conversos refleja esta realidad, igual que el de
cristiano nuevo cualquiera sea el tiempo de su conversión, y sin importar que
en no pocos casos al que se así se calificaba perteneciera a una familia
bautizada hacía muchas generaciones.
Son los cristianos, en su gran mayoría, quienes
ingenuamente aseguran la posibilidad de la conversión real de los judíos.
Éstos piensan de otra manera: “Ya fue dicho de antiguo que hay tres aguas que
se pierden por completo: El agua del bautismo derramada sobre un judío, el agua
que cae en el mar y el agua que cae en el vino”15.
La práctica secreta de los ritos judíos -y la proliferación
de actos sacrilegos- no cesó ni aún en la época de mayor poder y eficacia de la
Inquisición. También se registraron muchos casos en que supuestos conversos
modelos, al salir de España o Portugal se “reconvertían” al judaismo, v, g.,
el famoso dominico Vicente Rocamora.
Podrá argüirse que han existido algunas relevantes
personalidades conversas de intachable ortodoxia católica, autores incluso de
tratados antijudíos. No obstante, es significativo lo acaecido con los hijos,
nietos y parientes de los de mayor fama, como Pedro de la Caballería, autor de
Zelus Christi contra judeos, Jerónimo de Santa Fe, ex-rabí Jehosuáh Ha-Lorqui,
que escribió el conocido Hebreomastix (El azote de los hebreos) y Pablo de
Santa María, otrora rabí Selemoh Ha-Leví, obispo de Burgos y encumbrado
personaje, autor de Scrutinium Scripturarem, sin duda el más célebre de los
cristianos nuevos españoles. Francisco de Santa Fe, hijo de Jerónimo, fue uno
de los autores que planearon el cobarde y brutal asesinato del inquisidor de
Aragón, Pedro de Arbués, a cuyos asesinos prófugos brindó auxilio Alfonso de la
Caballería, vástago de micer Pedro. Jaime de la Caballería, hermano de Alfonso,
que actuó en la campaña de Nápoles al lado de Fernando el Católico, fue
procesado y penitenciado por delitos judaicos el 25-111-1504. También han sido
encausados por judaizantes los nietos de Pablo de Santa María16.
Los conversos no se limitaron a judaizar, cometer
sacrilegios y manifestar de modo sangriento su odio a Cristo y a los
cristianos. Eran judíos y, según expresó uno de ellos, Pedro Serrano, habrían
de “prevallescer” sobre los cristianos17. Y obraron en consecuencia.
Inicialmente los confesos podían ocupar todos los cargos
públicos y gozaban de idénticas prerrogativas que los cristianos viejos, lo
cual permitió a los judíos seguir ejerciendo funciones claves en la Corte,
afianzar su dominio en el comercio y las finanzas, pero, además alcanzar
elevadas jerarquías dentro de la Iglesia, ingresar a las órdenes de caballería
y obtener títulos nobiliarios, lo cual era hasta entonces inaccesible para
ellos.
A partir del reinado de Felipe III (1598-1621), cuando se
inicia la vertiginosa descomposición del gran imperio, se acrecienta en forma considerable
la presencia de los cristianos nuevos en la conducción del Estado, situación
que se agrava hasta límites inusitados con Felipe IV (1621- 1665) y su Corte
plagada de banqueros judeoconversos.
Una muestra de la influencia de los conversos en España la
constituye el control que ejercían sobre numerosos cabildos. Márquez
Villanueva observa que “los cargos concejiles se volvieron hereditarios, o al
menor patrimoniales, durante el siglo XV [...] Los conversos debieron
favorecer con todas sus fuerzas estas tendencias a la transformación en
aristocracia de la burguesía concejil. El manejo de los asuntos locales
durante varias generaciones les permitió acumular riquezas y entroncar con las
familias nobles o tenidas por tales. Así se han originado predominios locales
que han llegado hasta el siglo XIX. El citado autor agrega que “no parece haber
existido una sola familia conversa que no haya tenido su representación en
algún mundillo concejil”19. Ni la Inquisición ni las prohibiciones reiteradas
contra los cristianos nuevos y descendientes de judaizantes para desempeñar
tales oficios, pudieron impedir que los conversos siguieran detentando un
inusual número de cargos concejiles20. De este modo, manifiesta Blázquel
Miguel, “las mismas familias estaban siempre presentes, aunque con sobresaltos.
Las Cortes de 1542, 1551 y 1563 insisten en que los cargos sean inaccesibles a
los inhábiles, lo que indica que el problema estaba latente. El dinero y los
buenos servicios allanaban muchos caminos”21.
En Portugal se vivió, en escala mayor, un proceso similar.
Hacia allí se había dirigido primeramente el grueso de los judíos públicos que
salieron de España a raíz de la expulsión de 1492. Pero, poco después, a
instancias de la Corona española, se dictaron medidas para expulsar a los
hebreos profesos, llegándose inclusive a la conversión obligatoria de 1497,
dispuesta por el Rey Manuel I (1495- 1521), donde la mayoría de los israelitas,
nacidos en el reino u oriundos del país vecino, fueron bautizados. Este hecho hizo
que permanecieran en Portugal numerosos criptojudíos, lo cual trajo aparejado
los mismos resultados que en España. Al referirse a los tiempos de dicho Rey,
Pineda Yañez escribe que “en lo alto sólo se contemplaban audaces cristianos
nuevos dominando los puestos claves de la Administración pública, y los accesos
de la primera sociedad”22. Link, entre otros, hace referencia también al papel
jugado por los conversos en las Cortes lusitanas, sobre todo en el aspecto
financiero y político23. En cuanto al comercio y las finanzas, la hegemonía de
los cristáos novos era aplastante. “Los más vitales elementos del mundo
comercial de Lisboa -manifiesta Roth-, especialmente los que se interesaban en
toda nueva rama de actividad, pertenecían a esa categoría”24.
Ahora bien, no se aprehendería en todo su alcance el influjo
alcanzado por los judíos secretos, si dejamos a un lado su poderío mercantil y
financiero. Los israelitas que abandonaron España y Portugal se establecieron
por todas partes, formando así comunidades en Europa, el Lejano Oriente y el
Nuevo Mundo. “La importancia de esas colonias -observa Roth- fue extremadamente
grande, tanto en la vida judía como en la general. En la esfera económica
desempeñaron un rol muy significativo. Debe tenerse en cuenta que se
encontraban en todos los centros comerciales de Europa, América y el Lejano
Oriente, controlaban en gran medida el comercio de la Europa occidental [...]
La mayor parte de las familias importantes eran internacionales, pues sus
miembros estaban establecidos en cada uno de los grandes centros [...] También
en España y Portugal continuaban las relaciones económicas, aunque por razones
obvias debían adoptarse nombres supuestos. Existía un nexo comercial sin
paralelo en la historia, a no ser la Liga Hanseática de la Edad Media. Algunas
ramas del comercio encontrábanse enteramente en manos de esas colonias
marranas. Controlaban la importación de piedras preciosas a Europa, tanto de
las Indias orientales como de las occidentales. La industria del coral constituía
un monopolio judío o, más bien, marrano. El comercio del azúcar, el tabaco u
otros artículos coloniales estaba concentrado, en gran parte, en sus manos.
Desde mediados del siglo XVII, judíos de origen español y portugués
destacáronse en las diversas bolsas europeas. Desempeñaron un papel importante
en el establecimiento de los grandes bancos nacionales”25. Roth elude referirse
al contrabando que, como el tráfico de esclavos, es una actividad tradicional
judía la que monopolizaron los conversos26.
Fue Holanda la base principal de los marranos, quienes al
principio se concentraron en Amberes, en especial desde el año 1537, y luego
Amsterdam -a la que empezaron a llegar en 1512- se convirtió en el foco más
importante. Hasta tal punto llegaron a predominar allí, donde a fines del siglo
XVI sumaban unos 4.000, que la ciudad ha merecido el calificativo de “la
Jerusalem holandesa”27. La hegemonía marrana en Holanda hizo que el presidente
de la Audiencia de Charcas, don Juan de Lizarazu, manifestara a Felipe IV -en
carta datada el 10-VIII-1637- que “holandeses o judíos... todo es uno”28.
Los marranos hicieron de Amsterdam el centro del comercio
mundial. “Ellos -expresa el reputado historiador judio citado- controlaban gran
parte del comercio marítimo con la Península y las Indias orientales y
occidentales” .
Respecto a España, el caso de Sevilla -baluarte judío
público hasta 1492- es harto ilustrativo por tratarse del centro comercial y
financiero de la nación. En este feudo tradicional de los Medina Sidonia,
defensores de los confesos, éstos ejercían un llamativo predominio en todas las
esferas, en el comercio, las finanzas, la Casa de Contratación, el cabildo, la
magistratura y el clero. No es casual que la Inquisición comenzara allí sus
actividades, y tampoco que se descubriera, a fines de 1480, la famosa conjura
para asesinar a los inquisidores y evitar la instauración del Tribunal,
organizada por los cristianos nuevos más ricos y principales, detentadores de
altas posiciones en la sociedad .
Esto último no puede extrañar a quien conozca el verdadero
carácter de la sociedad sevillana de entonces, bien distinto por cierto del que
presentan muchos fabricantes de genealogías. Sevilla carecía prácticamente de
auténtica nobleza: “Es un hecho bien conocido, dice Pike, que muy pocas de las
familias aristocráticas antiguas continuaban existiendo en la Sevilla del siglo
XVI. La mayor parte de las familias que afirmaban su categoría de hidalgas en
esa época eran de ascendencia comerciante y, en muchos casos, conversa’31. Pero
incluso los principales linajes antiguos, como los Medina Sidonia y los duques
de Arcos, estaban contaminados con “sangre infecta”32. Respecto al proceso de
“ennoblecimiento” de los comerciantes, confesos en su mayoría, la nombrada
expresa que “no era desacostumbrado, especialmente en el siglo XV, que ricas
familias de comerciantes, muchas de ellas de origen converso, emparentaran con
familias de noble linaje, incluso de la alta nobleza. En el siglo XVI los
matrimonios entre los vástagos de la alta nobleza y las hijas de comerciantes
se convirtieron en algo normal”33. Los apuros de la Real Hacienda constituyeron
otro factor que posibilitó el acceso confeso a los títulos nobiliarios. “La
penuria del tesoro real -señala la nombrada- también contribuyó al
ennoblecimiento de ricos comerciantes de Sevilla, al igual que en otros
lugares de España, durante ese período [siglo XVI], La venta de los derechos de
hidalguía era una provechosa fuente de ingresos en un tiempo en que las
demandas financieras reales eran grandes [...] Al igual que las hidalguías, los
puestos municipales antiguamente reservados a la nobleza fueron ofrecidos en el
mercado al mejor postor. Los puestos de veinticuatro y jurado eran comprados y
vendidos libremente, y durante el último cuarto de siglo el precio medio de un
puesto de veinticuatro era de 7.000 ducados. Los comerciantes solicitaban los
puestos municipales no solamente por el prestigio inherente sino también por
sus obvias ventajas económicas [...] Es posible que el cabildo de la ciudad de
Sevilla tuviera reputación de ser uno de los más aristocráticos de España,
debido a que exigía ser noble tanto para los jurados como para los caballeros
veinticuatro, pero la verdad es que la mayor parte de los hombres que cubrían
estos puestos eran comerciantes enriquecidos, casi todos ellos de origen
converso”34. Ya en 1480 poseían veinticuatrías los prominentes conversos Pedro
Fernández Cansino -también jurado de San Salvador-, Gabriel de Zamora y Pedro
de Jaén, que se hallaban entre los cabecillas de la aludida conspiración
criminal35. También desempeñaba el puesto de veinticuatro, en mayo de 1519,
otro notorio conspirador contra la Inquisición, el siniestro Alfonso Gutiérrez
de Madrid36.
A los confesos españoles sumáronse con posterioridad los de
Portugal, produciéndose en la península -y clandestinamente en las Indias- lo
que Caro Baraja define como una “verdadera invasión” de marranos
portugueses37, de tal modo que marrano y portugués se convirtieron en
sinónimos. Los conversos de ese origen alcanzaron una posición descollante en
la vida económica hispana y enorme influencia en el gobierno, sobre todo con
Felipe IV.
Como es de imaginar, el contrabando y las estafas al Estado
formaban parte del comportamiento habitual de los traficantes y banqueros
“portugueses”. “Más de una vez, manifiesta Domínguez Ortiz, el Consejo de
Hacienda presentó al rey el ruin proceder de aquellos hombres, sus estafas al
Fisco y las correspondencias que mantenían con el extranjero para sacar la plata
e introducir mercaderías y vellón falso. Sin embargo, como había urgente
necesidad de sus caudales, cada vez tuvieron mayor entrada en los negocios,
elevándose los más opulentos a la categoría de asentistas regios”38.
El marrano conde-duque de Olivares39 fue quien los encumbró
y protegió, concediéndoles honores y, como expresa el nombrado autor, “aunque
sea difícil aportar pruebas directas, no cabe duda de que los preservó en lo
posible de las pesquisas inquisitoriales”40. No obstante la caída, en 1643,
de aquel gran destructor del Imperio español, la dependencia del Estado a la
banca conversa lusitana no dejó de acentuarse, incluso después de la muerte de
Felipe IV. En las postrimerías del reinado de éste, escribe Caro Baroja, “lo
único que se observa, a medida que pasa el tiempo, es una dependencia cada día
mayor de firmas y bancas poco conocidas, o ya conocidas en el período anterior,
como correspondientes a hombres de negocios judíos” lusitanos41.
Nada mejor para evaluar la influencia de los judíos
conversos portugueses, que el decreto de Felipe IV con motivo de la sublevación
de Portugal, el cual demuestra, por otra parte, que el incumplimiento de las
tan mentadas órdenes de expulsión e internación de “portugueses” en el Río de
la Plata, no se debió únicamente al predominio de los cristianos nuevos entre
las autoridades locales. El decreto, que lleva fecha 28-XII-1640,
inmediatamente de producido el levantamiento, ordena a las autoridades que
“atendiendo lo bien servido que me hallo de esta gente y la satisfacción que
tengo de su buen proceder [!], los traten como a los otros naturales de estos
Reinos, y como han sido tratados hasta aquí, sin que consientan se les haga
ninguna vejación ni molestia”42. Las torpes falacias con que el Monarca pretendía
justificar una medida tan perniciosa para España, la Corona y la Fe Católica,
resultaban aún más intolerables pues entonces llovían, más que nunca, las
denuncias contra los portugueses “de la nación”, como el informe que elevó el
presidente de Castilla al ser requerido sobre la peligrosidad de los numerosos
extranjeros residentes: “De portugueses es mayor el número y la mano por medio
de los asientos; tienen atravesados todos los partidos, lleno el Reino de
ejecutores de su nación. Están a su disposición las entradas de los puertos
para introducir y sacar todo género de mercaderías; las llaves de los puertos;
el dinero para proveer y no proveer y avisar los pertrechos y pólvora de la
cantidad que se sabe la han dado. En fin, de ellos depende la vida y la
defensa. Bien se puede temer de su natural odio a los castellanos y poca
constancia en la Religión Católica, que en un frangente podrían levantarse con
alguna ciudad marítima ayudados de los demás extranjeros del Reino”43. En la
disposición real precedente salta a la vista la mano del funesto converso
Olivares, pero también la consciente política filojudía del Rey, que concedía
honores y elevadas funciones a los marranos judaizantes, algunos de los cuales
fueron procesados por el Santo Oficio español. Domínguez Ortiz, aludiendo al
decreto de marras, no puede menos que admitir que el gobierno, pese a “toda su
buena intención no podía ocultar el hecho de que muchos de los tan favorecidos
marranos sólo buscaban enriquecerse por los medios que fuera"44.
Respecto a los cristáos novos y el trato con las Indias,
Caro Baroja escribe que “a mediados del reinado de Felipe puede decirse que
tenían mediatizadas las alcabalas, los puertos secos y los diezmos de la mar,
los almojarifazgos, rentas del Maestrazgo, sedas de Granada, pimienta,
esclavos negros (rentas antiguas) y, además de éstas, la renta de la goma, el
estanco del tabaco y naipes y el servicio llamado de millones. En las salinas,
los azúcares y otras producciones también se notaba la intervención de esta
gente, que incluso administraron el producto de la Cruzada”45. Y luego hace una
valiosísima observación:
“Pese a todo lo que
se ha dicho en punto a la persecución de los judíos y a las consecuencias
económicas que tuvo ésta, de donde hubieron de sacar ganancias más cuantiosas
fue de! comercio y trato con las Indias occidentales, o de la administración de
los monopolios estatales que regulaban aquel comercio. Así, en la época que nos
ocupa [reinado de Felipe IV] era en Sevilla donde las operaciones eran más
crecidas, siendo la aduana de Cádiz la que adquirió máxima importancia con
Carlos II y Felipe V. Queda mucho por hacer en la historia de estas dos plazas
comerciales, pero los documentos que se tienen acerca de ellas indican que el
Estado español hubo de someterse una y otra vez a condiciones y formas de
arriendo que hoy se considerarían vergonzosas. En 1630 el almojarifazgo de
Indias se pretendía arrendar a un grupo de hombres de negocios portugueses:
Manuel Cortizos, Antonio Martín, Francisco Lobo, Martín de Guevara y Alonso y
Diego Cardoso. Los Cardoso fueron luego arrendadores de otras rentas. Estos
hombres eran todavía personas de poca estimación. Pero, después de muchas
discusiones, otro grupo de portugueses (que no la debían tener mayor) se quedó
con tal arriendo, a partir del 1 de enero de 1632. Luis Correa Monsanto, Marcos
Fernández Monsanto, Felipe Martín Dorta, Simón Suárez y Ruy Díaz Ángel, eran
quienes firmaron la compañía, que puso al comercio sevillano en grandes
apreturas, al parecer, desde aquella fecha hasta 1644. Posteriormente tomaron
el arriendo José Fernández de Olbera y Simón Rodríguez Bueno, que no resultaron
más blandos que los anteriores, y en 1663, después de las graves crisis de 1647
y 1657, lo tomó un hombre que fue el <aduanero> por antonomasia, hasta el
siglo XVIII casi: aludo a Francisco Báez Eminente, al que algunos atribuyeron
complicidades con las potencias hostiles al Estado españof’46. Esto prueba que
si bien el monopolio comercial con las posesiones ultramarinas era ventajoso
para ambas partes -pese a cuanto se ha dicho en contrario-, el control
judeoconverso del mismo significó enormes perjuicios para la Corona.
Acerca del contrabando, al estudiar el período de Felipe IV,
ha hecho notar Caro Baraja que en la península los conversos monopolizaban
tanto el tráfico legal como el ilícito. “Las aduanas terrestres y marítimas,
almojarifazgos, puertos secos y diezmos de la mar, fueron lugares en que los
cristianos nuevos hicieron fortunas bastante grandes. Pero, por paradoja
también resultaba que asimismo otros cristianos nuevos hacían fortunas aún
mayores con el contrabando y los movimientos de los productos en las
fronteras”47.
El contrabando, que tanto daño causó a España y a las
Indias48, se practicó desde el comienzo de la conquista de éstas y fue posible
debido a la complicidad de los funcionarios de la Real Hacienda, casi sin
excepción conversos. Además de realizarse con naves fletadas para tal fin, en
la época de los asientos de esclavos empleáronse los buques negreros, los que
aparte de mercancías introducían mayor número de negros que los establecidos,
retornando ilegalmente con metales preciosos y diversos frutos . Las ganancias
que se obtenían eran fabulosas, bastando a veces un solo viaje para hacer una verdadera
fortuna49.
El judío Friedländer manifiesta al respecto que “es más que
una casualidad el hecho de que en la época de aumento de la influencia de los
conversos en el comercio, el contrabando llegó a límites hasta entonces
desconocidos”50. Lewin, por su parte, señala que en el contrabando indiano “los
criptojudíos desempeñaron un papel importante, apoyados por sus
correligionarios que habían formado comunidades judías en Amsterdam (Holanda),
Venecia, Ferrara, Luca y Liorna (Italia), en Burdeos, Marsella, etc. (Francia)
y en Hamburgo (Alemania hanseática)”51. Acota el citado que en el “vasto
comercio intérlope” desarrollado por los marranos, “no se trataba sólo de una
amplia venta contrabandista de artículos europeos en las colonias hispano-americanas,
sino también una vasta adquisición de metales preciosos y de ciertos productos
agrícolas"52.
*
El comportamiento de los conversos pronto mereció la
repulsa del pueblo español y obligó a reaccionar al Estado y a la Iglesia. En
todas partes se reiteraba idéntico panorama: los cristianos nuevos oprimían a
la población mediante la usura53 y sus prácticas comerciales fraudulentas,
perjudicaban también seriamente al Estado, apoyaban a los funcionarios y nobles
traidores y corrompidos, conspiraban con las naciones enemigas, creaban o
impulsaban las diversas herejías54, cometían toda clase de sacrilegios contra
Cristo y la Virgen, etc.55. Es decir que judaizaran formalmente o no, actuaban
de conformidad con sus criminales y subversivas leyes ancestrales56.
La realidad hizo modificar la concepción que se tenía del
judaismo y empezó a abrirse paso un criterio racial que se expresó en la
limpieza de sangre. El primer estatuto de limpieza de sangre conocido es el
del Colegio de San Bartolomé el Viejo, de Salamanca, implantado por el
arzobispo don Diego de Anaya y aprobado por bulas de Benedicto XIII en 1414 y
Martín V en 1418. En éstas se indica que los colegiales debían ser de sangre
limpia: “¡n- tegrae famae et opinionisl ex puro sanguine procedentes”. La prohibición
de ingreso abarcaba cualquier grado de parentesco con judíos, “por remoto que
fuese”57.
No obstante, fue el estatuto toledano de 1449 el primero
que tuvo amplia repercusión social y constituye el precedente de los que luego
rigieron la vida española. El 5 de junio de ese año el repostero mayor de Juan
II, don Pedro Sarmiento, instauró en Toledo, donde era alcalde mayor, el
estatuto de limpieza que vedaba a los conversos los oficios públicos y
beneficios, así como ejercer la profesión de notario (v. anejo II, A). Sin
embargo, el Papa Nicolás V se opuso al mismo por bula de 24-IX-1449 y por otra
de igual fecha excomulgó a Sarmiento y a sus partidarios. Ellas se debieron al
influjo converso en Roma, que logró inclusive que el Pontífice no recibiera a
los delegados de Sarmiento. El 28-X-1450, empero, a solicitud del Rey Juan,
expidióse otra bula que suspendía la del año anterior contra la
Sentencia-Estatuto para evitar alteraciones públicas58.
La realidad imponía, pese a todo, la necesidad de excluir a
los conversos y en el año 1452 el Fuero de Vizcaya prohibió incluso que los
cristianos nuevos residiesen en su territorio: “Que ningún cristiano nuevo ni
del linaje de ellos, no pueda vivir, ni morar, ni avecindarse en toda esta
Provincia” (cap. I, título XLI).
El establecimiento de la Inquisición y la persecución y
castigo de los judaizantes, que debía preservar de la judaización a los
neófitos, no significó la desaparición del concepto de pureza de sangre. Al
contrario, desde el año 1483 comenzó a regir oficialmente la distinción entre
cristianos viejos (llamados también limpios, lindos o de natura) y nuevos
(denominados igualmente conversos, confesos y tornadizos). Pero su mayor auge
se produjo luego de la expulsión de los judíos públicos, al ver que las
prácticas judaizantes continuaban y que en nada habíase modificado el
comportamiento disolvente y antisocial de los conversos.
El Colegio de Santa Cruz de Valladolid y el de Sigüenza
pusieron estatuto en 1488 y 1497, respectivamente, siguiéndoles luego los
demás. Los Colegios Mayores fueron siempre los más rigurosos en la aplicación
del principio de limpieza. Ésta no se limitaba a tres o cuatro generaciones:
debía ser desde tiempo inmemorial y el rumor o fama de lo contrario bastaba
para excluir al candidato. Esto último se explica porque en las pequeñas
poblaciones de entonces todos se conocían. Precisamente por esto Felipe II se
servía con preferencia de colaboradores procedentes de los mismos. Durante su
reinado sobre todo, pero también en el de su padre, muchos altos funcionarios
de la Corona y dignatarios de la Iglesia habían sido colegiales. Lo observado
en los Colegios Mayores prevaleció como norma de los estatutos.
El estatuto del cabildo de la Catedral de Toledo es el que
ha alcanzado mayor fama, inclusive fuera de España, hasta el punto de que el
tema fue debatido en Francia e Italia. La iglesia de Toledo era la Sede Primada
de España y la más importante de la Cristiandad, sólo superada por la de San
Pedro en cantidad de ministros, poderío y recursos. El severo y ascético Juan
Martínez de Silíceo (1477-1557), tutor del Príncipe Felipe desde 1534 a 1544,
fue designado para ocupar el arzobispado el 6-1-1546. Y al año siguiente
implantó el estatuto que provocó singular conmoción porque, además, Toledo era
un poderoso bastión converso (v. anejo II, B). Fue aprobado por Paulo III y lo
ratificó Paulo IV en 1555.
Al finalizar el reinado de Felipe II los Santos Estatutos,
como se los denominaba, se habían impuesto en toda España, extendiéndose su
aplicación a Portugal. Se impedía así el ingreso de los conversos a las
órdenes religiosas60 y militares, a los colegios y cofradías y, desde luego, a
las funciones públicas61. Los estatutos fueron a menudo vulnerados con
informaciones inexactas, obtenidas por el dinero e influencia de los conversos.
Esta ha sido la causa de que, pese a sus indudables beneficios, no se lograron
los resultados que debían esperarse. Sin embargo, revelan un sabio criterio
racial, admirable para la época y aún no superado62.
*
La guerra internacional de los marranos contra España y su
Imperio, revela la verdadera dimensión del fenómeno criptojudío. “Los judíos
sefardíes contribuyeron a la lucha contra España -dice Shatzky- con diversos
medios: diplomáticos y hasta militares-piratescos [...] Las pruebas de la ayuda
judía a los enemigos de la España católica son históricamente verídicas [...] De
ahí que sea difícil encontrar algún conflicto internacional producido en el
siglo XVI, en el que España haya estado mezclada y en que los exiliados
españoles no hayan ayudado a los que estaban contra su enconada enemiga [...]
Esa lucha no era sólo religiosa sino también político-estadual”63. Es
innecesario indicar que los marranos “se enrolaron voluntariamente en los
ejércitos de Europa que luchaban contra España”64. La conjura de los marranos
no ocurrió únicamente en el siglo XVI y, por otro lado, comprendió igualmente
el interior de la península. Salvador de Madariaga ha llamado la atención sobre
el papel de los judíos conversos en la destrucción del Imperio Hispánico,
señalando que “los judíos tomaron parte importante en la desintegración del
Imperio español”65. Los marranos españoles, sostiene con acierto, han sido
“los peores enemigos del Imperio español [...] los enemigos más peligrosos,
pertinaces e inteligentes del Imperio español”66.
NOTAS:
1. Brindo aquí una brevísima exposición de este asunto. Un
estudio amplío lo hallará el lector en mis citadas obras Los conversos y Los
conversos en las Indias.
2. Aarón Spivak, Judeoamérica, JUDAICA, año V, nros. 51-53,
p. 109, Buenos Aires, septiembre-noviembre de 1937.
3. Cecil Roth, Historia de los marranos, p. 11, ed. Israel,
2o edic., Buenos Aires, 1946
4. Nada ilustra mejor el carácter del marranismo que lo
expresado por Shatzky acerca de la secta criptojudía sabetiana, creada en
Turquía en el siglo XVII por seguidores del falso Mesías Sabetay Zeví: “Defendían
al marranismo como un método para socavar tos cimientos del enemigo y como un
medio para hacer más elástica la lucha contra éf (cf. Jacob Shatzky, Ideologías
y sentimientos del judaísmo español después de la Expulsión (1492), Davar, n°
12, p. 36, Buenos Aires, mayo-junio de 1947).
5. Rivanera Caries, La judaización del cristianismo y la
ruina de la civilización. El verdadero carácter de las heterodoxias cristianas
desde la Antigüedad hasta nuestros días, vol. I, cap. 2, p. 41 y ss., ed.
Instituto de Historia S. S. Paulo IV, Buenos Aires, 2004.
6. Bautizado en su ciudad natal de Samaría por el apóstol
Felipe, pretendió comprar con dinero a San Juan y San Pedro el don de hacer
descender el Espíritu Santo sobre los fieles {Act 8, 9-22). Por tal motivo, se
llama simonía al comercio de las cosas sagradas, que debido a sus efectos el
Papa Paulo IV tenía por una verdadera herejía. Así también, las mismas fuentes
informan que Simón el Mago ha sido el precursor del gnosticismo seudocrístiano
(v. Rivanera Carlés, La judaización del cristianismo, vol. cit., J, p. 54 y
ss.).
7. Los judíos manifiestan que no constituyen una raza sino
un pueblo, eufemismo que no logra ocultar que no es un pueblo de una
determinada etnia como, v. g., el español dentro de la raza aria, sino que es
único. En el judaísmo los conceptos de pueblo, nacionalidad y raza se
confunden, y sólo puede ser definido correctamente como una raza, aunque
atípica por la diversidad de sus componentes, pues sus miembros poseen
caracteres comunes. Franz Rosenzweíg (1886-1929), el pensador judío más afamado
de nuestro tiempo, es quien mejor ha expuesto el carácter racial del judaismo,
al que define como “una comunidad de sangre" (v. F. Rosenzweig, La
Estrella de la Redención, p. 358, ed. Sígueme, Salamanca, 1997). Y añade que el
judaísmo "constantemente está separando de sí lo no judío, quitándoselo,
para crear restos siempre nuevos de lo originariamente judío. Se adapta siempre
en lo exterior, para poder siempre volverse a cribar hacia dentro de si”. Para
conservarse el pueblo judío debe cerrar “la fuente pura de la sangre a
Ingerencias extrañas" (ib. pp. 474 y 404). Al comparar al judaismo con el
cristianismo, expresa que “es la fe [cristiana] como contenido de un
testimonio. Es la fe en algo. Y eso es, exactamente, lo opuesto a la fe del
judío. La fe de éste no es contenido de un testimonio, sino producto de un
engendrar. El que ha sido engendrado como judío da testimonio de su fe
engendrando, a su vez, el pueblo eterno. No cree en algo, sino que él mismo es
fe” (ib., p. 405).
8. Rivanera Caries, La naturaleza del judaismo, pp. 9-33,
ed. Instituto de Investigaciones sobre la Cuestión Judía, Buenos Aires, 1985.
9. Ib., pp. 167-168.
10. Subrayado en el texto.
11. José Kastein, ¿Qué es un judío?, p. 169, ed. Fundación
Simón Bolívar de Caracas, Buenos Aires, 1949.
12. J. Barylko, Usos y costumbres del pueblo judío, pp.
151-152, ed. Lumen, Buenos Aires, 1991. El autor ha sido una importante figura
de la comunidad judía argentina, dirigió su red escolar y sus obras gozan de
prestigio.
13. Al referirse al marrano actual, el renombrado escritor
judío Albert Memmi dice que “bajo el marrano continúa existiendo el judío,
cuerpo extraño inquietante, tanto más temible cuando no se desconfía de él” (v.
A. Memmi, La liberación del judío, p. 61, Ediciones OSA [Organización Sionista
Argentina] - Diálogo, Buenos Aires, 1973).
14. Otra de las grandes personalidades del judaismo
contemporáneo, Ajad Haam (1856-1927), en 1898 expresó: “No podemos ser otra
cosa que lo que somos [...] Porque un poder más poderoso que nosotros nos ata
al judaísmo” (v. Natán Lémer, Ajad Haam, p. 23, Biblioteca Popular Judía, ed.
Ejecutivo Sudamericano del Congreso Judío Mundial, Buenos Aires, 1969).
15. Salomón Ibn Verga, La Vara de Judá, apud Alberto Liamgot,
Marginalidad y judaismo en Cristóbal Colón, p. 40, Biblioteca Popular Judía,
ed. Congreso Judío Latinoamericano, Rama del Congreso Judío Mundial, Buenos
Aires, 1976.
16. Rivanera Carlés, Los conversos, pp. 19-20. Los datos han
sido extraídos de Juan de Anchías, Libro Verde de Aragón, Revista de España,
año 18, t. CV, n° 420, pp. 561-562, Madrid, julio-agosto de 1885; t. CVI, n°
422, pp. 254, 286-287 y 454; y n° 424, pp. 585, 587-588 y 592, Madrid,
septiembre-octubre de 1885. Acerca de la importancia y autenticidad de la
información que suministra esa fuente v. anejo I.
17. Yitzhak Baer, Historia de los judíos en la España
cristiana, t. II, p. 586, ed. Altalena, Madrid, 1981. La investigadora sefardí
Marín Padilla repara en esa convicción marrana y también cita la referencia de
Baer (v. Encamación Marín Padilla, Relación judeoconversa durante la segunda
mitad del siglo XV en Aragón: La Ley, p. 65, ed. de la autora, Madrid, 1986).
18. Francisco Márquez Villanueva, Conversos y cargos
concejiles en el siglo XV, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, t. LXIII,
2, p. 526, Madrid, julio- diciembre de 1957.
19. Ib., p. 509.
20. Ib., pp. 538-539.
21. Juan Blázquez Miguel, Inquisición y criptojudaismo, p.
46, ed. Kaydeda, Madrid, 1988.
22. Rafael Pineda Yañez, Para los que aún dudan de que Colón
era judío, Comentario, n° 35, Buenos Aires, 1963. En tiempos de Juan III la
función de médico real la cubría el marrano Emmanuel Vaz, quien continuó en su
cargo cuando Felipe II fue coronado Soberano de Portugal (cf. Roth, óp. cit.,
p. 72).
23. Pablo Link, El aporte judío al descubrimiento de
América, p. 12, Biblioteca Popular Judía, ed. Congreso Judío Latinoamericano,
Rama del Congreso Judío Mundial, Buenos Aires, 1974.
24. Roth, Doña Gracia Mendes, p. 35, ed. Israel, Buenos
Aires, 1953.
25. Id., Historia, etc., pp. 170-171.
26. Cf. Rivanera Carlés, Los conversos en las Indias, caps.
7 y 8 eí passim.
27. Ib., p. 173.
28. Archivo General de la Nación, Buenos Aires. Copias de
documentos del Archivo General de Indias, Sala 9, Indice topográfico 16 2 3,
Legajo 39.
29. Roth, óp. cit., p. 178.
30. Fita, Los conjurados de Sevilla contra la Inquisición en
1480, Boletín de la Real Academia de la Historia, t. XVI, pp. 450-456 y 555-560,
Madrid, 1890. “Lo que causó más escándalo y maravilla fue que esta opinión
[contraria al Santo Oficio] tocó a los poderosos y constituidos en oficios [y],
asimismo, en dignidades eclesiásticas” (v. Relación de la junta y conjuración
que hicieron en Sevilla los judíos contra los inquisidores que vinieron a
fundar y establecer el Santo Oficia de la Inquisición, apud Fita, ib., p. 452).
31. Ruth Pike, Aristócratas y comerciantes, p. 44, ed.
Ariel, Barcelona, 1978.
32. La condesa de Niebla, madre de Alonso Pérez de Guzmán,
duque de Medina Sidonia -comandante de la Armada Invencible-, descendía de don
Alvaro de Portugal, del linaje de los Braganza, nieto de la judía conversa Inés
Hernández de Esteves (v. Cardenal Francisco de Mendoza y Bovadilla, El Tizón de
la Nobleza de España o máculas y sambenitos de sus linajes, pp. 7-8, 2° edic.,
Imprenta de Francisco Gómez, Cuenca, 1852.). Sus tradicionales adversarios, los
Ponce de León, duques de Arcos, también eran descendientes de Alvaro de
Portugal (ib., p. 8). Una evidencia de la sangre hebrea de ambas familias la
constituye su actividad mercantil, impropia de gente noble. Los Medina Sidonia
poseían en Triana una enorme fábrica de jabón, “que le suministraba la parte
más pingüe de sus rentas (cf. Manuel Giménez Fernández, Bartolomé de las Casas,
t. II, p. 13, ed. Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, Sevilla,
1960). Por su parte, “Luis Ponce de León, señor de Villargarcía y Rota, primo
del descubridor de La Florida, enviaban mercancías a las Indias y tenía agentes
en ellas desde la primera década del siglo [XVI] [...] Incluso hubo un ejemplo
rarísimo de espíritu empresarial femenino en la esposa de Luis Ponce, doña
Francisca Ponce de León, que operaba con los navios San Telmo y San Cristóbal.
Otro miembro de la familia, el duque de Arcos, Rodrigo Ponce de León, poseía
varios navios que navegaban entre Sevilla y el Nuevo Mundo, mientras que a
mediados de siglo su pariente Femando Ponce de León, invertía en el negocio de
esclavos y enviaba grandes cantidades de mercancías a América” (v. Pike, óp.
cit, p. 43).
Respecto al célebre memorial del cardenal Mendoza
(1508-1566) y la exactitud de las noticias que proporciona v. anejo I.
33.Pike, óp. cit., p. 33. El hecho de que fueran las hijas y
no los hijos de estos mercaderes quienes contraían enlace con miembros de la
nobleza, es otra muestra de la condición marrana señalada por Pike.
34. Ib., p. 34. “Una vez que un comerciante hubiera comprado
el título nobiliario y un asiento en el cabildo municipal, pasaba a ser
considerado legalmente un igual a la nobleza tradicional. Se ponía el
<don> delante de su nombre y se eliminaba la denominación
<mercader> tras él” (ib., pp. 34-35).
35. Fita, óp. cit., pp. 453 y 558.
36. Giménez Fernández, óp. cit., t. II, pp. 274-275. La
interesará saber al lector que en 1519 el judío converso Gutiérrez de Madrid
tenia también el cargo de contador de los maestrazgos de Santiago y Calatrava,
que eran los más ricos (ib., p. 275).
37. Julio Caro Baroja, La sociedad criptojudia en la Corte
de Felipe IV, p. 36, ed. Real Academia de la Historia, Madrid, 1963.
38. Antonio Domínguez Ortiz, El proceso inquisitorial de
Juan Núñez de Saravia, Hispania, t. XV, n° LXt, p. 560, Madrid,
octubre-diciembre de 1955. El 24-VII-1622 el Consejo de Hacienda hacía notar
“la mala opinión que los de esta nación que tratan de arrendamientos y
mercaderías tienen, de que a vuelta de ellas sacan sin licencia mucho oro y
plata de estos reinos y los envían a otros de su nación, que huidos de la
Inquisición residen en La Rochela y otras partes de Francia y en otros reinos y
estadofs], con quienes se corresponden, y por la misma forma meten mucha
cantidad de moneda de vellón que sus correligionarios les envían labrada en La
Rochela, Holanda, Alemania, Inglaterra y otras partes” (v. Domínguez Ortiz,
Política y hacienda de Felipe IV, pp. 128-129, Editorial de Derecho Financiero,
Madrid, 1960).
39. Era bisnieto del encumbrado delincuente Lope Conchillos,
el secretario de Indias, hijo de Pedro Conchíllos, de la Judería Nueva de
Calatayud, y de la hebrea conversa Margarita Quintana (v. Giménez Fernández,
óp. cit., 1.1, p. 13, ed. cit., Sevilla, 1953).
40. Id., Política y hacienda, etc., p. 132.
41. Ib., p. 86.
42. Archivo Histórico Nacional de España, Consejos, 7.256,
apud Domínguez Ortiz, óp. cit., p. 133.
43. Ib., Consejos, 7.157, n° 24, en ib., pp. 133-134. En
Badajoz, situada a orillas del Guadiana, los conversos lusitanos fueron
acusados de intentar entregar la plaza al ejército portugués, abriéndoles la
puerta de Mérida (v. carta del doctor Durán de Torres, datada en Zafra el
1-X-1643, en Cartas de algunos PP. de la Compañía de Jesús sobre algunos
sucesos de la Monarquía, t. V, pp. 276- 277, Memorial histórico español, XVII,
apud Julio Caro Baroja, Los judíos en la España moderna y contemporánea, vol.
II, p. 24, ed. Arion, Madrid, 1961).
44. Domínguez Ortiz, óp cit., p. 133. Quien desee
profundizar el conocimiento del papel de los marranos portugueses en la vida
económica española, hallará numerosos datos en los precitados trabajos de este
investigador y en el de Caro Baroja, La sociedad criptojudía, etc.
45. Caro Baroja, La sociedad criptojudía, etc. p. 75.
Alrededor de 1653 administraba los fondos de la Santa Cruzada el adinerado
negociante converso portugués Francisco Díaz Méndez Brito o Méndez de Brito,
quien luego fue encausado por judaizante (ib., p. 84).
46. Ib., pp. 77-78. En tiempos de Felipe IV llegó a
otorgarse incluso a un considerable número de mercaderes portugueses confesos,
cédulas de naturalización para poder comerciar con las Indias, violando la
legislación vigente. De 196 naturalezas concedidas en ese período, el 66%
corresponden a los mismos (cf. Domínguez Ortiz, La concesión de “naturalezas
para comerciar en Indias” durante elsigloXVIl, Revistaos Indias, año XIX, n°
76, p. 231, Madrid, abril-junio de 1959). Huelga señalar que los restantes
extranjeros que consiguieron tan importante privilegio eran mayoritariamente
del mismo linaje.
En los dos reinados anteriores las naturalezas concedidas
fueron muy inferiores en cantidad, 25 con Felipe II y 59 bajo su hijo,
habiéndose beneficiado a 17 portugueses en cada caso (ib., pp. 228-229).
Tampoco puede dudarse del origen racial de estos individuos y del grueso de los
extranjeros que entonces se naturalizaron.
47. Cara Baroja, óp. cit., p, 77.
48. En relación a las Indias obstaculizó seriamente el
desarrollo económico, corrompió la moral de los cristianos viejos y mestizos e
introdujo también literatura herética y subversiva.
49. Rivanera Carlés, Los conversos en las Indias, caps. 7 y
8 eí passim. El tráfico clandestino perjudicó a los judíos conversos que
manejaban el comercio legal de mercaderías, como los barcos negreros ilegales
afectaron a los asentistas marranos de negros, pero en menor grado por
dedicarse también la mayoría de éstos a contrabandear, como acabo de señalar.
De todos modos, dejando a un lado las lamentaciones y quejas de rigor, las
ganancias de los mercaderes autorizados eran enormes y les permitieron
rápidamente acumular colosales riquezas.
50. Günter Friedländer, Los héroes olvidados, p. 30, ed.
Nascimento, Santiago, 1966.
51. Boleslao Lewin, Los criptojudíos. Un fenómeno religioso
y social, p. 145, ed. Milá, Buenos Aires, 1987.
52. Ib., p. 138.
53. La “usura judiega" merece un estudio especial que
escapa a la índole de este capítulo. Los cristianos nuevos, igual que los
judíos públicos, esquilmaban a los cristianos viejos mediante el préstamo a
interés, según lo prueban en forma aplastante los documentos históricos. Basta
señalar aquí que Marín Padilla dice que “la sola lectura de los protocolos
notariales y el gran número de censos, treudos y comandas”, demuestran “que
judíos y conversos aparecen como acreedores eternos de moros y cristianos” (cf.
Encarnación Marín Padilla, Relación judeoconversa durante la segunda mitad del
siglo XV en Aragón: nacimientos, hadas y circuncisiones, pp. 127-128, Sefarad,
año XLI, 2, Madrid, 1981).
54. Sobre su conjura con los enemigos de España v. Rivanera
Carlés, óp. cit., caps. 9 y 11; Los conversos, caps. 8 y 9; Nuestra identidad
hispánica y la conjura independentista marrana, ed. Instituto de Historia S. S.
Paulo IV, Buenos Aires, 2008. Acerca del papel de los conversos en las
heterodoxias cristianas desde el nacimiento del cristianismo hasta el presente,
cf. La judaización del cristianismo, vols. l-lll, 2004-2008.
55. Cf. Rivanera Carlés, Los conversos. El bachiller
Membreque, una suerte de rabino de un grupo de conversos dedicados, entre otras
cosas, a cometer todo tipo de sacrilegios, planeó asesinar a los Reyes
Católicos con “un castillo de azúcar o alfeñique dorado envenenado que se
habría de presentar a un importante personaje de la Corte para que se lo diese
a comer” (cf. Blázquez Miguel, óp. cit., p. 171). El bachiller era sobrino del
jurado de la ciudad-de Córdoba, Juan de Córdoba, en cuya casa reuníanse los
confesos.
La información del intento criminal de Membreque proviene de
una fuente inobjetable. El editor califica el libro de Blázquez Miguel como la
“obra más moderna y profunda de cuantas hasta el presente se han acercado al
emocionante mundo del criptojudaísmo”. Lleva prólogo nada menos que del
embajador israelí en España, Schlomó Ben Ami, quien pone de relieve que se
trata de un “escrupulosamente documentado trabajo”. Por su patronímico es probable
que dicho autor sea marrano.
56. Desde luego, los judíos profesos actuaron en la
península del mismo modo. Al juzgar la conducta de los cortesanos judíos antes
de la Expulsión, los cuales tenían notable influencia y vivían con gran lujo y
ostentación, el rabino Shelomoh El’ami manifiesta que las medidas adversas al
judaismo español que se dictaron durante el siglo anterior a aquélla,
"fueron a causa de los malhechores de nuestro pueblo, que descubrieron
nuestros secretos y lo malo de nuestra conducta con los gentiles” (v. Iguereth
Musar, ed. A. M. Haberman, Jerusalén, 1946, apud Haim Beinart, Judíos en las
Cortes reales de España, p. 30, Biblioteca Popular Judía, ed. Congreso Judío
Latinoamericano, Rama del Congreso Judio Mundial, Buenos Aires, 1975). La
aseveración de que el grueso de los judíos obraba correctamente, no logra
explicar por qué afirma que “descubrieron nuestros secretos y lo malo de
nuestra conducta con los gentiles”.
57. Domínguez Ortiz, La clase social de los conversos en
Castilla en la Edad Moderna, p. 57, ed. Instituto Balmes de Sociología, CSIC,
Madrid, 1955. La obra es más conocida por su título primitivo, Los conversos de
origen judio después de la expulsión, con el que fue reeditada por la
Universidad de Granada en 1991 y así la ataré.
58. Eloy Benito Ruano, La “Sentencia-Estatuto” de Pero
Sarmiento contra los conversos toledanos, en Revista de la Universidad de
Madrid, vol. VII, nros. 22-23, pp. 284-286, Madrid, 1957. Ver en anexo II, A,
el texto de la Sentencia-Estatuto.
59. En anexo II, B, reproduzco este trascendental documento.
60. La Compañía de Jesús es la que opuso mayor resistencia a
la limpieza de sangre, debido a que San Ignacio de Loyola mostróse
extremadamente favorable al ingreso de los cristianos nuevos, por los que mostraba
singular afición (v. Eusebio Rey, SJ, San Ignacio de Loyola y el problema de
los <crístianos nuevos>, Razón y Fe, .vol. 153, nros. 696-697, pp.
173-204, Madrid, enero-febrero de 1956), hasta el punto de que eran de esa
progenie, v. g„ su sucesor Diego Laínez (1558-1565), su secretario Juan Alfonso
de Polanco y Alfonso Salmerón (sobre este último cf. José Gongalves Salvador,
Cristáos- novos, Jesuítas e Inquisigáo. (Aspectos de sua attuagáo ñas
capitanías do Sul, 1530-1680), pp. 3 y 131, Livraria Pioneira Editora-Editora
da Universidade de Sao Paulo, San Pablo, 1969; en Los conversos en las Indias,
p. 60, expresé sólo mi creencia de que lo era porque no recordaba este dato que
proviene de fuente tan fidedigna). La Orden gozaba en España de mala fama ya que
se había transformado en feudo marrano, y por ello hubo muchas quejas y se
pidió reiteradamente, sin resultado, que se pusiera estatuto. Por tal causa,
Felipe II hizo gestiones secretas ante Gregorio XIII para que se instaurara el
estatuto, el cual se estableció recién el 23-XII-1593 pero sin el rigor
necesario. Tal laxitud fue agravada tras la muerte del Rey con la Instrucción
de 1600, que reglamentaba el mismo y mucho más con el decreto de febrero de
1608 (cf. mi citada obra, pp. 59-63).
61. En algunos pueblos incluso llegó a prohibirse la
residencia de confesos.
62. Dictadas casi 500 años después del Estatuto-Sentencia de
1449, las leyes de Núremberg definían como judío a quien tuviera tres abuelos
judíos, y mestizo judeoalemán al descendiente de dos, quien sería considerado
judío si casaba con una judía u observaba los preceptos judaicos. Se pasó por
alto el hecho elemental de que si sólo es judía una de las abuelas, sus hijas
serán judías según la ley judía, por tanto, también los vástagos de ellas.
63. Shatzky, óp. cit. pp. 9 y 14-15. La lucha religiosa a
que Shatzky alude, se sobreentiende, es la que libraba el marranismo a través
del movimiento protestante.
64. Ib., p. 38.
65. S. de Madariaga, Cuadro histórico de las Indias.
Introducción a Bolívar, p. 730, ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1945,
66. Ib., pp. 733-734. Con relación a este punto crucial, v.
n. 54. El testimonio de Madariaga es muy valioso por su destacada trayectoria
democrática y filojudía. Es bueno recordar algunos datos de ella. Durante la I
Guerra Mundial trabajó para el Depto. de Información del Foreign Office como
redactor de artículos que se distribuían en España. Al regresar a ésta tradujo
textos y escribió para los suplementos dominicales del Times y del Manchester
Guardian. El año 1921 desempeñó funciones en la secretaria de la Sociedad de
las Naciones, y desde 1922 a 1927 estuvo al frente de la Dirección del Desarme.
En 1931 ocupó el cargo de embajador de la República Española en los Estados
Unidos y en la Sociedad de las Naciones. Al año siguiente fue embajador en
París, manteniendo asiduo trato con las organizaciones judías. Se desempeñó
durante un tiempo como presidente de la Comisión Permanente de Ayuda a los
refugiados y minorías étnicas, donde tuvo papel destacado en pro de los judíos
que salieron de Alemania. Presidió en 1932 el Comité de los Cinco, que se
encargó de tratar el conflicto ítalo-etíope. Ministro de Instrucción Pública y
Bellas Artes desde el 3-111/28-1V-1934 en el gobierno de Alejandro Lerroux.
Cuando se produjo el Alzamiento Nacional de 1936, Madariaga se marchó a Oxford,
de cuya universidad era maestro de artes y que ya lo había comisionado a
México, donde se encontraba cuando cayó la seudomonarquia democrática española.
Fue en Oxford donde redactó la mencionada obra. Durante la última guerra
mundial tuvo a su cargo las emisiones de la BBC para España, Hispanoamérica,
Italia, Francia, Alemania y Suiza. Primer presidente de la Internacional
Liberal creada en 1947, de la que ha sido uno de los fundadores junto con
Friedrich von Hayeck, Milton Friedman, Karl Popper, Ludwig von Mises, Walter
Lippman, Michael Polanyi, Lionel Robbins y Walter Eucken, todos judíos salvo
los dos últimos. Mantuvo siempre una cerrada oposición al régimen de Franco y
no retomó a España hasta 1976. Murió en Locamo el 14-XII-1978. Sobre el
acentuado projudaísmo de Madariaga cf. Isidro González García, Salvador de
Madariaga y el problema judío, EL OLIVO -revista oficial del Centro de Estudios
Judeo-Cristianos-, año XI, n° 26, pp. 209-223, Madrid, julio-diciembre de
1987).
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