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ÍNDICE
Prólogo V
Prefacio 7
Notas del Prefacio
15
Capítulo I. —La distinción entre individuo humano y persona
humana 17
La distinción de individuo y persona 21
La distinción de individuo y persona es completamente
gratuita y sin fundamento en Santo Tomás
23
En Santo Tomás no existe oposición entre individualidad y
personalidad 26
Confusión de individualidad de naturaleza con la
individualidad propiamente tal
35
La oposición que los adversarios colocan entre
individualidad y personalidad existe dentro de la naturaleza humana 39
La oposición de individuo-persona implica la partición en
dos de un único sujeto de subsistencia y de operación 48
La distinción de individuo y persona no encierra las
proyecciones sociológicas que sus sostenedores le asignan 56
Maritain coloca en la metafísica la disquisición
presente 57
La disquisición presente, formalmente práctica ... 62
El planteo de Maritain y el de Santo Tomás .... 65
Notas del Capítulo Primero 68
Capítulo II. — Exaltación de la persona humana singular
sobre la especie y la sociedad humanas, sobre el universo y sobre la
iglesia 73
De que la persona humana alcance a Dios por sus actos
personales no se sigue su superioridad sobre el universo 76
De que la persona humana se identifique intencionalmente con
Dios no se sigue su superioridad sobre la Iglesia 83
Al alcanzar a Dios, Bien Común, la persona humana asume
necesariamente la condición de parte
88
Superioridad del universo de gracia y de naturaleza sobre la
persona singular 94
La superioridad del orden universal exige la sujeción de
unas personas angélicas o humanas a otras
101
De que la persona singular sea imagen de Dios, no se sigue
su superioridad sobre el universo . .
103
Maritain no logra demostrar que la persona, en cuanto tal,
se oponga a la condición de parte ....
106
El Estado causa universal de perfeccionamiento de la persona
singular le es superior 114
La persona singular, parte del todo que es el Estado no
puede serle superior 118
Maritain imagina falsamente que el bien común se vuelca o
redistribuye en las personas singulares
120
La falta de ordenación total de la persona singular al todo
social no demuestra su superioridad ....
123
De que no existe el hombre para la ciudad sino la ciudad
para el hombre no se sigue la superioridad de la persona singular 135
La superioridad de la vida contemplativa que correspondería
a la persona singular no demuestra su superioridad sobre el Estado 144
Las causas eficientes del perfeccionamiento sobrenatural del
hombre 149
Notas de Capítulo Segundo 152
Capítulo III.— La tensión vertical entre persona y sociedad
política 159
La tensión vertical
161
El orden de la gracia y de la gloria trasciende
infinitamente todas las posibles exigencias de la persona humana 163
No puede existir tensión entre el orden humano y el divino
de la gracia 171
Tampoco puede haber tensión entre el orden humano y el
político 174
Ni puede haber tensión entre el orden político y las
exigencias de la persona singular
178
La teoría de la subordinación de las causas y la tesis
maritainiana 181
Notas de Capítulo Tercero 183
Capítulo IV.— Liberación de la persona humana 187
Libertad de albedrío y libertad de autonomía .... 188
El dinamismo de la libertad en la vida espiritual . . 189
El hombre se determina por la búsqueda de la libertad de
autonomía 191
Dios sería medio para la beatificación del hombre . . 195
El hombre determinándose a sí mismo a la búsqueda de lo
sobrenatural o pelagianismo 197
La persona singular se busca a sí misma 199
La aplicación de la libertad de autonomía a la vida social 202
La sujeción a la ley no es un fin infravalente al de la
libertad de autonomía en lo social
206
La amistad no está por encima del bien común o de la
justicia ni el bien común es fin infravalente al de la persona singular 211
Maritain confunde amistad privada con amistad cívica 213
Se equivoca Maritain al insinuar que la amistad disminuirá
la excelencia y necesidad de la justicia
215
Se equivoca Maritain al preconizar una ciudad de amistades o
fraternal en que no se reconozca
la superioridad del bien común 217
Notas del Capítulo Cuarto 219
Capítulo V. — La "prise de conscience" de los
derechos de la Persona humana 227
La emancipación de la persona humana fundamento del orden
jurídico o el kantismo inficionando la concepción jurídica tomista 229
Los derechos "espirituales" de la persona humana o
el ateísmo virtual de la sociedad maritainiana
244
La virtud de la religión privada no está por encima de la
justicia legal 255
Los derechos políticos de la persona o el individualismo
destructor de la ciudad orgánica y cristiana
257
Los derechos económicos del obrero y campesino convertidos
en rectores de la vida social o el socialismo de la ciudad maritainiana 266
Notas del Capítulo Quinto 277
Capítulo VI. — De la Exaltación de la Persona humana a la
"nueva democracia" 285
La aspiración fundamental de la persona a la democracia y la
doctrina de Santo Tomás 287
En la medida en que la persona humana progresa aspira a la
monarquía y no a la democracia .. 289
La aspiración a la democracia en cuanto tal, o sea en su
estado puro, implica una regresión de la persona humana 292
La democracia de Maritain frente a la doctrina de la
Iglesia y de Santo Tomás sobre la democracia 296
Quiénes integran la democracia maritainiana .... 299
¿Quién gobierna la ciudad maritainiana? 302
Qué fin se proponen los ciudadanos al agruparse en la democracia maritainiana 307
La forma de unidad de la democracia maritainiana . 309
La democracia de Maritain es incompatible con la justicia y
el bien común 319
Notas del Capítulo Sexto 328
Capítulo VII. — De la persona humana a la Nueva Cristiandad 339
Aunque fuere cierta, la ley de la ambivalencia de la
historia no justifica el abandono de la regla que debe ordenar la actividad del
hombre .... 343
El progreso de la personalidad humana que señala Maritain es
de factura kantiana y contraría al
verdadero humanismo
348
La "prise de conscience" de la persona humana
adoptada como criterio de progreso, falsea radicalmente la recta valoración
de la historia y de la civilización
354
La "prise de conscience" de la persona humana
falsea la sola medicación que puede curar al hombre y a los pueblos
modernos 360
Ataca, en el corazón, a aquel punto esencial de la
civilización cristiana que impide la erección de la ciudad anticristiana 366
La ciudad del Anticristo será una ciudad personalista y
totalitaria 374
Notas de Capítulo Séptimo
377
Apéndice 387
Obras del Autor
401
Índice 409
PRÓLOGO
La reedición de "Crítica de la concepción de Maritain
sobre la persona humana" que presenta Ediciones Epheta es un criterioso
homenaje al Pbro. Dr. Julio Meinvielle en el vigésimo aniversario de su deceso
ocurrido el 2 de agosto de 1973, y su presentación académica rendirá un digno
tributo a este preclaro sacerdote argentino.
La presente edición reproduce la de 1948 publicada por
Ediciones "Nuestro tiempo". Se le adjunta, como apéndice, la ponencia
del mismo autor, "El problema de la persona y la ciudad" ,en el
Primer Congreso Nacional de Filosofía organizado por la Universidad Nacional de
Cuyo en la ciudad de Mendoza desde el 3 de marzo al 9 de abril de 1949. Ambos
escritos del Padre Julio Meinvielle -agotado y requerido con interés sostenido
el libro que se reedita-forman un "corpus", siendo el segundo una
suerte de síntesis estrictamente filosófica y con aportes propios del primero.
El autor, en el Prefacio de esta obra hace expresa
referencia a su libro anterior "De Lamennais a Maritain" (Ediciones
"Nuestro Tiempo" 1945 y reeditado por Ediciones Theoria, Buenos Aires
1967), que con la "Correspondance avec le R. P. Garrigou -Lagrange á
propos de Lamennais et Maritain" (Ediciones "Nuestro Tiempo, Buenos
Aires 1947), integraría, a guisa también de un "corpus", el tema de
la persona humana en relación con su vida política: pero el presente libro que
hoy de nuevo ve la luz refuerza la argumentación metafísica del libro
cronológicamente anterior pero no en el orden conceptual. Tal es la razón
-expresa su autor- de una refutación ontológica de la errónea concepción de
Jacques Maritain en el problema de marras.
Cabe, así, subrayar, en aras de una identidad tomista
inconclusa, la "rehabilitación del pensamiento auténtico de Santo Tomás,
que ha sido desvirtuado y peligrosamente alterado por inoculaciones de origen
kantiano", en lo que atañe a la primacía de la persona en el dominio de la
praxis humana. No desconoce el autor, en esté orden, las meridianas
exposiciones de dos ilustres tomistas de esa época, el R.P. Louis Lachance O.
P. ("L'humanisme politique de Thomas d'Aquin", Paris, Sirey, 1939) y
Charles de Koninck ("Le Primauté du bien Commun contre les
Personnalistes", Editions de L'Université de Laval;'1943. y "ln
defense of Saint Thomas", Ed. de V Université de Laval, 1945).
Respecto del apéndice mencionado séanos lícito considerarlo como
el estudio preliminar con plena cabalidad del presente libro; otro lo
oscurecería sin mengua de tener su oportunidad. En este apéndice el Padre Julio
Meinvielle encara con profunda, fuerte y límpida objetividad la metafísica
tomista concerniente a la subordinación causal entre diversos todos que
-autónomos entre sí y reciprocamente irreductibles- guardan una unidad de orden
y, por ende, jerárquica, y la subordinación total de la causa instrumental
respecto de la principal que la mueve, conforme a su naturaleza, al fin
perseguido. Esta doctrina del Doctor Angélico le brinda a nuestro autor la
solución a la seudodistinción maritainiana entre personalidad e individualidad.
Y al rechazar, conforme a Santo Tomás la exclusión de la personalidad de la
comunidad política enfatiza que ésta es lo más excelente de lo humano,
"optimus in rebus humanis" (pol. 1,1). Esto, además, aventa toda
suerte de totalitarismo e individualismo.
La tesis de Jacques Maritain aquí sólidamente refutada
pretendió a su momento tener carta de ciudadanía en el pensamiento católico con
consecuencias prácticas nefastas. El Padre Julio Meinvielle vio con la luz de
una estrella de primera magnitud este peligro y su refutación se vio
refrendada, entre otros documentos de la Iglesia, por la encíclica del Papa Pío
XII "Humani Generis" del 12 de agosto de 1950. Otros vientos soplan
hoy en la misma Iglesia que pretenden reivindicar dicha carta de ciudadanía. El
pensamiento del Padre Meinvielle se yergue frente a una situación caótica de
"un mundo que muere por laicista y ateo" - son las palabras del
prólogo a la segunda edición de su "De Lamennais a Maritain", página
9- con la clarividente afirmación de San Pío X al afirmar que la Ciudad
Católica, tradicional, "no está por inventar ni por construir en las nubes
sino que ha existido y existe, es la civilización cristiana".
Al reeditar este libro, que lo consideramos el mejor de los
escritos del Padre Meinvielle, le reiteramos, una vez más, el corto pago de una
gran deuda.
Raúl Sánchez Abelenda
Natividad de la Santísima Virgen, 8 de setiembre de 1993.
EL AUTOR
Julio Ramón Meinvielle nació el 31 de agosto de 1905, en
Buenos Aires, donde falleció el 2 de agosto de 1973. Estudió en el entonces
Seminario Pontificio de Villa Devoto, doctorándose en filosofía y teología. Se
ordenó el 20 de diciembre de 1930. Repartió su vida entre las actividades
sacerdotales, la docencia superior, la especulación teológico - filosófica las
permanentes inquietudes tanto culturales como político-económicas y el
periodismo. Indagador agudo y polemista fogoso, confrontó ideas con adversarios
ideológicos sin escatimar críticas, alcanzando en algunas de ellas resonancia
internacional.
Dotado del raro don de unir a la inteligencia especulativa,
la inteligencia práctica y una extraordinaria capacidad de trabajo, no solo
dejó una dilatada y variada obra, que hemos tratado de recoger en las páginas
dedicadas a "Obras del autor", sino también el templo Nuestra Señora
de la Salud, que levantó por iniciativa propia, así como el Ateneo Popular de
Versalles, síntesis acabada de su preocupación por las necesidades de la
ciudad. Personalidad robusta, temperamento fuerte; sacerdote, maestro,
filósofo, publicista y conferenciante, amó profundamente a la Iglesia,
sirviéndola incansablemente, así como amó y sirvió a su Patria.
PREFACIO
En mi libro "De Lamennais a Maritain", me
proponía demostrar que el programa de la "Nueva Cristiandad" de
Maritain es insostenible desde el punto de vista de la doctrina católica.
Para lograr mi objeto me pareció que el procedimiento más
eficaz, teniendo en cuenta la mentalidad moderna, era enfrentar la exposición
organizada del pensamiento maritainiano con el pensamiento de autores
condenados por el Magisterio Eclesiástico, tales como Lamennais en L'Avenir y Marc
Sangnier en Le Sillón. Realicé entonces un ceñido paralelo de las tesis
condenadas en estos autores con las de Maritain; de la exactitud del mismo
habla con elocuencia el hecho de que ninguna falla ha podido ser descubierta en
él hasta este momento.
Es verdad que el ilustre teólogo Garrigou-Lagrange, O. P.
intentó convencer de exagerado mi desconcertante paralelo; pero hubo de
rendirse a la evidencia, como lo demuestra la serie de cinco cartas que me
envió a este propósito.
Verdad también que un joven y talentoso escritor español
opinó que la posición de Maritain representa "una vía media entre el ideal
medieval y el ideal liberal"2, en la cual no lograría hacer blanco mi
crítica. Pero es fácil responder que la posición de Lamennais y la de Morc
Sangnier, como la de todo liberalismo católico, que en expresión del Syllabus
se presenta como una conciliación de la Iglesia con la civilización moderna,
son ya esta vía media3. Tan evidente les parece a muchos el cotejo de Maritain
con Lamennais-Marc Sangnier que más bien se inclinan a hablar de cierta
mutabilidad en las enseñanzas de la Cátedra Romana, reiterando en esto, en una
u otra forma, la posición adoptada por Duccatillon y George Goyau. El primero
escribe: "Basta comparar " la bula Unam Sanctam de Bonifacio VIII,
para la que " la soberanía temporal no era considerada sino como "
dependiente de la soberanía espiritual, con la Encíclica " Inmortale Dei
de León XIII" 4. Y el segundo no tiene reparo en escribir: "Bajo el
pontificado de León XIII las " ideas cristianas sociales que se exponían o
insinuaban " en L'Avenir han reencontrado su patria. Como relámpagos, cuyo
curso es difícil seguir, y cuyo origen y " alcance no se puede conocer,
surcaban el diario de Lamennais; hoy resplandecen seguras de sí mismas, con
" brillo continuo porque tienen en los doctores de la Iglesia una
paternidad auténtica y venerable. Han dejado " de sentirse atrevidas; se
sienten cada vez más verdaderas. Habiendo descubierto de nuevo su derecho dé
ciudadanía en el dogma, han entrado altivamente en los espíritus pidiendo, no
ya como en 1830 ser toleradas, sino " reinar" 5.
Es claro que esta hipótesis, que echa por tierra el dogma de
la inmutabilidad de la doctrina católica, no ha sido defendida por ningún
teólogo de autoridad; no es necesario que nos detengamos a examinarla. Pero
ella no es sino afirmación franca de una sutil y disimulada mutabilidad en la
doctrina que se encubriría bajo un historicismo eclesiástico, y que se
encuentra admitida entre los sostenedores del maritainismo, aunque no se
atrevan a confesarlo francamente.
Lo que interesa dejar aquí consignado es que el
procedimiento por mí adoptado en el "De Lamennais a Maritain", aunque
de gran eficacia para demostrar la inaceptabilidad de las doctrinas
maritainianas, no permite sin embargo descubrir la interna concatenación que
entre ellas existe y deja en silencio naciones fundamentales y decisivas de su
filosofía práctica, tales como la famosa valoración de la dignidad de la
persona humana. De aquí que haya debido advertir6 que aquel libro no era sino
"preliminar de otros estudios en los que trataría de indagar las raíces
más hondas de donde arrancan las desviaciones de su filosofía".
Por esto, desde entonces, no abandoné la idea de someter a
crítica su concepción moral de la persona humana, firmemente convencido de que
allí se escondía la raíz, de ulteriores y peligrosos errores. Y esta tarea
emprendo en este nuevo libro.
He de confesar que la labor tan meritoria realizada por dos
ilustres tomistas contemporáneos del Canadá, el R. P. Louis Lachance O. P. y
Charles de Koninck7, han facilitado grandemente mi tarea. Dotados uno y otro de
un conocimiento profundo de las enseñanzas de Santo Tomás, han examinado
precisamente este problema de la superioridad de la persona humana sobre el
Estado, con un acopio extraordinario de saber que produce en el lector un
convencimiento pleno y definitivo.
Cuan vigoroso haya sido este ataque lo manifiesta el hecho
de que un experimentado tomista, el R. P. I. Th. Eschmann, O. P., haya salido
In defense of Jacques Maritain en un artículo que con ese título apareció en
The Modern Schoolman de mayo de 1945; y como si esto no fuera suficiente, el
mismo Maritain, en el número de mayo-agosto 1946 de la Revue Thomiste, dedica a
esta cuestión un prolijo y largo estudio, titulado La Personne et le Bien
Commun8, donde una vez más repite sus conocidas tesis "de manera, dice, de
presentar una " breve, y, lo esperamos, suficientemente clara síntesis
" de nuestras posiciones sobre un problema a propósito " del cual los
malentendidos involuntarios, es bueno creer-" lo, no han faltado".
Pero ni el R. P. I. Th. Eschmann, O. P., ni el mismo
Maritain, han logrado rebatir a de Koninck, cuyo libro estaba directamente en
cuestión, ni a Lachance O. P., quien, aunque no haya sido nombrado ni atacado,
mantiene todo el rigor de una exposición tomista sólida que quiebra todo
intento de sostener la primacía de la persona humana sobre la sociedad
política. La lectura de estos autores será de gran provecho para los que deseen
conocer a fondo cuestión tan importante y decisiva, y lo será asimismo para
los que quieran tener una comprobación concreta de cómo Maritain y sus
seguidores han falseado, en nombre de Santo Tomás, los más firmes e
indiscutibles principios de su filosofía.
Aquí, en este libro, queremos mostrar la vinculación lógica
interna que en la concepción maritainiana existe entre la persona humana y su
"Nueva Cristiandad"; y por consiguiente, cómo se sostienen
mutuamente las críticas levantadas por Louis Lachance O. P. y Charles de
Koninck en las obras mencionadas y las formuladas por mí en "De Lamennais
a Maritain".
Para sostener la superioridad de la persona humana sobre la
sociedad política, Maritain ha debido efectuar antes una disección en el mismo
concepto de persona humana, a saber, lo ha desdoblado en el de persona
humana-individuo y en el de persona humana-persona humana. A la Persona
humana-individuo la ha subordinado al Estado o sociedad política, pretendiendo
salvar así todas las conocidas tesis aristotélico-tomistas de la integración
de la persona humana como parte en el todo social. Pero a la persona
humana-persona humana la ha independizado del todo social, la ha colocado por
encima de él y de toda la especie humana y aún del mismo universo.
Pero entonces, si lo mejor del hombre, que es la persona
humana, no entra en el todo social, ¿cómo salvar la dignidad humana de la
sociedad y del Estado? Maritain sostiene que la persona humana entra, sí, en la
sociedad política, pero no como una parte, sino como un todo al cual se
subordinaría la misma sociedad política, y sostiene también que precisamente
en esta suplantación del individuo por la persona humana, verificada en el seno
mismo de la sociedad política, consiste el progreso de ésta. La prise de
conscience de los derechos de la persona en y sobre el Estado señala entonces
el progreso de la sociedad política y de toda civilización.
De aquí que haya que reconocer la dignificación y el
progreso de las sociedades políticas modernas que se han ido cumpliendo
indefectiblemente desde la Edad media a nuestros días, a través de la Reforma
protestante, del Aufklärung naturalista, de la Revolución Francesa y del
comunismo ateo. Porque aún cuando los aspectos superficiales de estos
movimientos descubran manifestaciones anticristianas y de revuelta, lo más
profundo de su realidad respondería a un auténtico impulso de dar plenitud de
valor a la persona humana, que, en expresión del Angélico9, es lo más perfecto
que existe en toda la naturaleza. De ahí que la civilización moderna, al
caminar por la ruta de la dignificación de la persona humana, avanzaría hacia
la realización plena de la "nueva democracia" o "democracia
personalista, cuyo cumplimiento perfecto no puede alcanzarse aquí abajo sino
que es " como un limite ideal superior que atrae a sí la parte ascendente
de la historia" 10.
La nueva sociedad que ha surgido como resultado de esta
exaltación de la persona humana encerraría valores muy superiores a los de la
sociedad medieval, que no era sino una sociedad infantil, sin conciencia de la
propia dignidad, y colocada, para su bien —no hay duda—, bajo la tutoría de la
Iglesia. Podría decirse que este movimiento de dignificación de la persona
humana ha coincidido con el de una emancipación equivocada de las sociedades
frente a la Iglesia. Porque no es de la misión religiosa de la Iglesia de la
que han querido emanciparse los pueblos modernos, sino del tutelaje político
ejercido por la Iglesia medieval. Es claro que en el fragor de la lucha no se
han podido hacer las distinciones necesarias y los pueblos han confundido
trágicamente —y esta es también la tragédie des democraties—11 su emancipación
frente a la cristiandad medieval o al cristianismo como fuerza política, con su
emancipación frente a la Iglesia o al cristianismo como sociedad religiosa.
Pero hoy, continúa Maritain, se ha despejado el horizonte;
y ahora aparece claro que no es de la Iglesia de la que deben alejarse los
pueblos sino de aquel tipo de alianza fundada en el mito de la fuerza al
servicio de Dios; es menester por tanto, establecer sobre otro tipo las
relaciones de la Iglesia con las sociedades modernas, que han alcanzado ya la
plenitud de sus derechos, y este tipo, que podría denominarse el de la
realización de la libertad, es el que propone su "Nueva Cristiandad"
o "Nueva Democracia" o "Humanismo Integral".
Desde entonces, todos los esfuerzos intelectuales y
políticos del conocido filósofo y de sus empeñosos amigos, diseminados por todo
el mundo, se enderezan a preparar el advenimiento de esta "Nueva
Cristiandad". Y como ésta se ha de levantar sobre una fe básica común a
materialistas, idealistas, agnósticos, cristianos, judíos, musulmanes y
budistas, todos éstos son fervorosamente convidados por los proeclaricives maritainistas
para que en un esfuerzo común se pongan a la gran tarea de la construcción de
la "Nueva Cristiandad". Sólo los que no admitan este programa
salvador, sean católicos o paganos, deberán ser excluidos sin piedad de esta
Ciudad de la fraternidad universal.
Con toda lógica, entonces, y en virtud de profundas
convicciones, se apartan los maritainistas de los católicos que aceptan el
programa social de la Unam Sanctam y de la Inmortale Dei y se ayuntan con
materialistas e idealistas, agnósticos, cristianos y judíos, musulmanes y
budistas, y emprenden esta cruzada por la "nueva democracia
personalista" que es el hombre profano de la "Nueva
Cristiandad".
La tesis de la supereminente dignidad de la persona humana
por encima de toda sociedad creada ocupa de esta suerte lugar primero y
fundamental en toda la filosofía moral y política de Maritain. Todo el orden
de la vida privada y pública de los pueblos gira a su alrededor; y así como la
adhesión a la Iglesia señalaba en los cristianos de otrora la escala que media
todos los valores de la vida privada y pública de los hombres, ahora, en su
"Nueva Cristiandad", los señala la glorificación de la persona
humana.
Los más difíciles problemas de la cultura van a ser rozados
en nuestro estudio, y es de lamentar que no podamos entrar ampliamente en su
planteo y elucidación. Tenemos el firme convencimiento de que la famosa
distinción entre individuo y persona, que podía parecer una tesis, si no
verdadera, al menos inocente, manejada por Maritain como base última explicativa
de todo orden moral y de toda la historia, de tal suerte lo subvierte todo,
que, con terminología tomista y cristiana, nos da una concepción anticristiana
de la vida. Más aún. Creemos, y lo decimos muy en serio, que la ciudad
Maritainiana de la Persona Humana coincide, en la realidad concreta y
existencial, con la ciudad secular de la impiedad. Medimos todo el alcance de
nuestra afirmación y desafiamos muy formalmente a cuantos la consideren falsa o
exagerada a que así lo demuestren.
Nuestro libro quiere ser también una rehabilitación del
pensamiento auténtico de Santo Tomás, que ha sido desvirtuado y peligrosamente
alterado por inoculaciones de origen kantiano.
Una vez más, diremos lo que otras muchas hemos repetido. No
tenemos ninguna animadversión personal o de carácter político contra el
filósofo Maritain. Sólo nos preocupa la verdad. Aquí sólo estudiamos sus
doctrinas consignadas públicamente en una serie de libros, y sostenemos que no
sólo no se ajustan a la doctrina católica, sino que, en la realidad vivida,
encarnan el programa mismo del anticristianismo secular.
Notas
1 Ver
Correspondonce avec le R. P. Garrigou-Lagrange á pro-pos de Lamennais et
Maritain. Ediciones Nuestro Tiempo. Un vol. de 140 págs. Buenos Aires.
2 Leopoldo Eulogio
Palacios, en Revista de Estudios Políticos.
3 Ver más adelante
el examen del artículo de Leopoldo Eulogio Palacios. Pero debo advertir que no
me es posible analizar in extenso el pensamiento de Eulogio Palacios hasta que
publique el estudio que promete.
4 Duccatillon, O.
P. La Revolución de esta Guerra, pág. 61, Editorial Excelsa, Buenos Aires. Cfr.
el mismo autor, Dios y la Libertad.
5 Autour du
catholicisme social (deux. serie, pág.
10, 1910).
6 De Lamennais a
Maritain, pág. 9.
7 Louis Lachance,
O. P., L'Humanisme Politique de Saint Tilomas, en dos tomos. París, 1939.
Charles de Koninck, La Primauté du Bien Cammun contre les
Personnalistes, Editions de L'Université de Laval, 1943, In déjense of Saint
Thomas, Ed. de L'Univ. de Laval. 1945.
8 De este artículo
ha hecho Maritain una tirada aparte con el título La Personne et le bien commun
(Desclée de Brower), que recientemente ha sido editado en castellano por
Desclée de Brower de Buenos Aires.
9 Suma Teol. 1, 29, 3.
10 Maritain en
Revue Thomiste, mai-aóut 1946, pág. 266.
11 Ver
Christianisme et Démocratie, 31-38.
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